sábado, 22 de octubre de 2016

Un día en las carreras





La mirada del atleta en la salida
tallada en el ojo de cristal
del hombre con la pistola.
Polvo para el ejercicio
entre las pezuñas de la estampida
justo en el ecuador de la manada.
El parpadeo del buitre enfermo
que sabe lo que le espera.
La sonrisa de la presa congelándose
en una gran nevera industrial.
El ronroneo de un viejo motor al ralenti
en una carretera apenas transitada,
de algún lugar cercano a la costa.
Harpo Marx comiendote la oreja
cuando sale del lavabo,
con un postizo bigote blanco
mientras Groucho fuma fuera.
La chica del segundo anfiteatro
su vestido a rayas, su culo, su alma
aquella tarde de Julio
Un caballo escapando del incendio,
las maderas crepitando en el establo,
iluminando la noche.
Cuatrocientos kilos de espantada
serán más que suficientes
para la barbacoa
-dirá el carnicero entre risas-
Pero el atleta no se desconcentra
ya habrá tiempo para eso.
Apoya el pie sobre el taco.
Cruza los dedos sobre la pista.
Besa su medalla y reza
para que los dioses del Olimpo
sigan por siempre borrachos,
en sus adosados con parcela.
Y al juez tuerto no le dé
por levantar de nuevo
la bandera

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